Facilitador de procesos
Históricamente los sistemas de extensión rural se han propuesto mejorar la productividad de las distintas actividades
rurales. Es por eso que los extensionistas son, por lo general,
agrónomos o veterinarios.
Mejorar la genética, la alimentación de los animales, el riego, los aspectos sanitarios, el manejo de las fincas, diversificar la producción o, por el contrario, profundizar en algún
tipo de cultivo o producción animal más ventajosa, prevenir
plagas o enfermedades o aplicar métodos de fertilización
del suelo han sido las principales actividades a las que se
han dedicado los extensionistas.
Más recientemente se han ampliado las competencias. Se
incorporó la formulación de proyectos participativos para
el agregado de valor en origen. Para esto, se ha trabajado en
la organización de los productores de la agricultura familiar
para alcanzar una masa crítica que justifique la instalación
de cámaras de frío, plantas de procesamiento o empaque,
salas de faena, o la adquisición de diversos equipamientos.
Con esas accciones se ha logrado, en muchos casos, mejorar
la calidad y cantidad de la materia prima que se produce y/o
agregarle valor.
Sin embargo, una vez obtenido el producto no es habitual
que los extensionistas incursionen en los aspectos comerciales. Si esos mismos extensonistas incluyeran la planificación comercial entre sus incumbencias, antes de proponer
nada se interrogarían acerca del sentido de trabajar para
agregarle valor al producto teniendo en cuenta si ese plan
es viable comercialmente.
¿Qué hacer para aumentar las ventas, mejorar la logística y
los precios, negociar en mejores condiciones, vincular a los
productores con nuevos clientes o lograr que el producto
sea conocido y tenga más aceptación en el mercado?